viernes, 14 de enero de 2011

Dia 15/16/17/18 - Uyuni

A pesar de la incertidumbre por los precios y combustibles que persistía, conseguimos pasaje hacia Uyuni donde haríamos la excursión al salar. Como lso chicos no querían gastar en la excursión nos separamos y seguímos solas rumbo al norte boliviano. Teniamos solo 200 km por recorrer pero el viaje tardaría mas de 6 hs (acá las rutas no son asfaltadas y están en pésimo estado). Fueron 200 km de ripio entre montañas alcanzando alturas increibles. Subíamos y bajabamos y atravesabamos montañas a través de curvas y contracurvas constantes. Los paisajes eran alucinantes. Formaciones rocosas inmensas con diversas formas. Pudimos encontrar y fotografiar la tan ansiada poronga. En la segunda mitad del viaje las enormes rocas desaparcieron dando lugar a extensos desiertos llanos. Finalmente luego de tantas horas dentro del micro llegamos a Uyuni y nos pusimos a buscar un hostel para pasar la noche y recorrer el pueblo y mientras tanto buscar agencias para realizar la excursiòn. Nos cambiaban los precios todo el tiempo por el tema de la nafta que continuaba sin resolverse.
Después de recorrer por lo menos 10 agencias donde nos atendían personajes extravagantes (desde borrachos con resaca de año nuevo, niños pequeños de menos de 10 años, en síntesis, gente que no tenía ni idea de la excursión). Logramos finalmente (ya era de noche) conseguir una agencia masomenos seria y barata.
La altura ya se empezaba a notar, y nos costaba cada vez más respirar y estamos medio bobas en los más de 2900 msnm. Nos fuimos a dormir temprano porque al otro día teníamos que estar lucidas para realizar la excursión.
Muy contentas llegamos a la agencia donde nos dijeron que no saldrían por falta de nafta, después de varias vueltas y muchas tramoyas conseguimos que nos incluyan en otro grupo que saldría a hacer la excursión. Allí nos encontramos con nuestros compañeros de excursión: Agustina y Juan, dos chicos de córdoba capital, veinteañeros, estudiantes de psicología y profesorado de historia, y dos colombianos: Jorge y Sobeida, de un pueblo cercano a Cartagena, una pareja de casi 40 años, él químico farmaceútico y profesor, ella enfermera que ayuda en una ONG a nivel internacional cuando se producen catástrofes naturales. También viajamos con José nuestro chofer/guía (medio chamuyero y poco informado) y Elisa nuestra cocinera.
El viaje comenzó con una parada muy cercana, en el "cementerio de trenes". Estas vías en su momento iban hacia Chile, donde se exportaba el estaños sacado de las tantas minas bolivianas explotadas. Nos encontramos con varios trenes, totalmente oxidados, con varias formas donde nos sacamos un par de fotos y continuamos el recorrido. Seguímos viaje hacia Colchani, el único pueblo habilitado para explotar el inmenso salar (el más grande del mundo según el guía) donde se podía comprar algunas artesanías hechas de sal (no compramos nada, continuamos con la tendencia al ahorro). Saliendo del pueblito, ya nos ibamos conociendo más con nuestros compañeros, nos ibamos adentrando en la blancura del salar, donde se veían formas hexagonales a lo largo de todo el llano blanco, y un cielo bien celeste y despejado que contrastaba fuertemente.
Llegamos al hotel de sal, donde nos encontramos con una gran cantidad de turistas haciendo la misma excursión. En el hotel se podía comer y había grandes estatuas de sal con diferentes figuras (la construcción del hotel también era completamente de sal). Seguímos viaje hacia la Isla del Pescado, una isla en el medio del salar, llena de grandes cactus. Luego de una rica comida ahí, nos quedamos sacando un par de fotos adentradas en la blancura que nos hacía arder los ojos y la cara por el reflejo del sol. Seguímos viaje hacia el hotel de sal donde dormiríamos, estaba en un pequeño pueblo sin luz, era también totalmente de sal, hasta el piso, sillas, mesas, camas. Tomamos una merienda caliente y nos quedamos charlando con nuestros compañeros hasta la cena acerca de las diferentes culturas, aprendiendo un poco de cada uno y llenandonos con diferentes experiencias. Después de tanta charla cenamos (probamos el platano frito), y más tarde nos quedamos viendo las miles de estrellas en el inmenso cielo que nos rodeaba. Abajo eramos oscuridad absoluta. Jamás vimos un cielo tan estrellado. Hacía muchisimo frío y nos fuimos a acostar y a charlar en la habitación con los cordobeses hasta que nos cortaron la luz (generada con combustible).
Arrancamos el siguiente día 6 a.m con un buen desayuno para una larga travesía hacia la Reserva Natural de Fauna Andina. La primer parada fue en San Juan, luego de un recorrido por las plantaciones de quinoa, características del lugar, y de ver rocas corales, que quedaron de cuando el salar era un inmenso mar. San Juan es un pequeñisimo pueblo, casi deshabitado, ya que la mayoría de su población emigra a Chile. Alli visitamos una necrópolis, repleta de cuevas donde se guardaban esqueletos dentro. Sofi no se sintió muy bien durante esta parte del viaje, la altura cada vez se hacía sentir más. Más tarde visitamos un mirador donde se podía ver un volcán activo. Seguímos viaje rodeadas de volcanes, la mayoría inactivos. Durante toda la tarde visitamos una sucesión de islas pequeñas, repletas de flamenGos que habitaban en ellas. Pasadas las lagunas, el paisaje se empezó a tornar más desertico, y la altura ascendía constantemente llegando a un pico de 5000m. soibre el nivel del mar. Entre medio visitamos una cueva de vizcachas y el árbol de piedra formado por una roca erosionada. DUrante el viaje charlabamos muchom, contabamos chistes y Juan el cordobés nos hizo un par de juegos con pensamientos laterales para ocupar el tiempo de viaje hasta la reserva.
Llegamos para la caída del sol, donde nos recibía la inmensa laguna Colorada de más de 60 km cuadrados de extensión. Desde ahí nos dirijimos al hotel, que al igual que el de sal estaba en una ubicación desértica y sin luz eléctrica. El frío se hacía sentir, tomamos una merienda caliente para calentar los cuerpos y nos quedamos jugando a las cartas hasta la cena. Cenamos bien temprano porque al otro día la excrusión continuaba a la madrugada. Congeladas, nos fuimos a acostar y charlar de como ahorrar y/o juntar plata para sseguir viajando.
Fue bastante duro el último día de excursión, nos levantamos 4:30 a.m con un frío polar (- 15 grados bajo cero). Estaba oscuro y no sabíamos que hacer para no temblar del frío. Teníamos que salir tan temprano porque visitariamos los geisers (vapor que sale de dentro de los volcanes), y la diferencia de temperatura de esa hora los hacía mas impactantes. Nos quedamos un rato allí calentandonos con el vapor (con olor a huevo podrido). Luego de la salida del sol fuimos hacia las termas, con un frío que nos taladraba los huesos. Tomamos un gran desayunos, con panqueques y yogur y entramos en calor.
El viaje continuó a través de montañas y en ascenso hacia la cordillera de los andres, donde superamos 5500 m de altura camino a la laguna verde, en el límite con Chile. Pasabamos entre las nubes continuamente y se nos tapaban los oídos por las alturas abismales. Ya en la laguna verde, emprendimos la vuelta hacia Uyuni. Entre medio hicimos una parada en Villa Mar un pueblo alucinante rodeado por un río que teñía los alrededores de un verde increible. Ya llegando a Uyuni pasamos por varias minas (zinc, borax, estaño) donde advertimos que un gran porcentaje por no decir casi la totalidad de la economia se basa en la minería y explotación de tierras. Los cerros indefensos muestran su prematura vejez en la lucha contra los elementos, con arrugas de ancianos que no coinciden con su edad geológica, ya no encerrrarán más en sus pesados vientres parecidas riquezas, mientras esperan los brazos áridos de las palas mecánicas que devoren sus entrañas, con el obligado condimento de vidas humanas, ya que las personas que trabajan allí presentan un deterioro físico inhumano.
Ya en Uyuni, nos despedimos de nuestros compañeros que se habían ganado un lugar en nuestro corazón por todas las anecdotas y momentos compartidos, y partimos hacia Potosí, la ciudad mas alta del mundo.

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